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This article was written on 28 Mar 2014, and is filled under News, Textos.

Autos Extraordinarios

Autos extraordinarios

La producción artística que hace referencia a los accidentes automovilísticos no es tan nueva. Hace medio siglo Andy Warhol había tomado escenas de desastres y accidentes desde una perspectiva artística, pero con la intención de distanciarse de su contenido referencial, simbólico o metafórico. Como sabemos, el rey del arte pop no sólo usaba  las marcas y los objetos de consumo masivo para generar obras, sino que también lo hacía con las fotografías de prensa y medios liberándolas de su vínculo referencial y su cualidad informativa. Warhol se apropiaba de fotografías de suicidios, crímenes y accidentes sacadas de tabloides, privilegiando la imagen de la tragedia en su dimensión espectacular, pero a la vez banalizándola en su repetición serigráfica que dejaba en un mismo plano un accidente aéreo, la silla eléctrica o las flores de una revista de jardinería. Algunas de las piezas de su serie  The Death and Disaster  realizada entre 1962-1963, nos dejaba ver la escenas inmediatas de accidentes automovilísticos. Green Burning Car I, Orange Car Crash 14 Times, Black and White Disaster #4, Silver Car Crash (Double Disaster)se convertían en un inventario que convertía en íconos casi rituales estos testimonios prosaicos, resaltando una característica tan superficial como su color, despojando así la noticia de las víctimas;  de los humanos.

 Marisa Niño, interesada también en el accidente y sus relatos visuales, construye su propio inventario de autos chocados y abandonados. Desde hace dos años ha recorrido calles,  sitios baldíos y cementerios de coches en Puerto Natales, Valparaíso, Santiago, Buenos Aires, Lima, Sao Paulo…  retratando estos seres metálicos, abandonados por sus dueños al rigor del tiempo en una esquina cualquiera,  o  que esperan silentes ser aplastados y convertidos en chatarra después de la avería, olvido o accidente.

A Niño le gustan las cicatrices, las heridas, las huellas, los tatuajes. Me la imagino de pequeña haciendo dibujitos insolentes en lugares prohibidos o hiriendo con trazos abstractos la piel del pupitre del colegio, de una muralla. Sus anteriores trabajos son prueba de ello.  En Cicatrices (2006) retrataba las marcas que la enfermedad o el accidente dejan en la piel, y en Pabellón (2008) nos ofrecía la pornográfica documentación  del proceso de violencia voluntaria al que es sometido el cuerpo en pos de una corrección estética a través de la cirugía plástica.

La marca, la huella, la herida, son apariencias que visibilizan el paso del tiempo.  El devenir es atrapado en una apariencia.  Es el mismo intento que la misma fotografía sigue haciendo como práctica de retención, de retardo.

Los autos chocados que esta vez nos ofrece,  abandonados en cementerios o en las calles, parecieran ser testigos mudos de historias anónimas. Fósiles de lata que susurran un hecho remoto que quizás habrá aparecido en algún periódico o parte policial, o que se habrá perdido en un cruce de carreteras alguna noche maldita, guardando el secreto de un robo fallido, de una persecución, de un exceso.

Los automóviles que retrata Marisa Niño son cadáveres de metabolismo lento; luego de su defunción por el choque, o por abandono, la descomposición se demora. No es como el cuerpo de un animal, de un ser humano, del árbol o la fruta. Como cualquier otro artefacto, como los robots del imaginario de ciencia ficción, o como nuestros electrodomésticos más cotidianos, las máquinas desechadas marcan el tiempo en su materialidad a través de procesos químicos y físicos que cambian su fisionomía: se oxidan, se retuercen, se desgastan, trascendiendo la vida de mujeres y hombres, de sus dueños. Los autos chocados quedan ahí como ruinas de lata que se degradan con lentitud post-humana. Ellos serán los testigos de nuestro paso por la tierra.

 

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